En una entrevista con PERFIL CÓRDOBA, Lourdes Astudillo, de 39 años, relato sobre su denuncia a Martín Gill, por agresiones. A raíz de ello, la fiscal de Instrucción Juliana Companys imputo al intendente por lesiones leves agravadas por el vínculo y por violencia de género. La fiscal ordeno pericias y fijará la fecha de la indagatoria después de recibir los informes.
El expediente es secreto hasta que se celebre la indagatoria. La víctima, se constituyo como querellante en el caso con la asistencia legal de la abogada Florencia Vottero.
En abril, el documento en PDF que contenia la primera declaración de la víctima en la Unidad del fuero especial de Villa María se filtró y viralizó. El mensaje con el documento se disparó desde una computadora del Poder Judicial un domingo por la tarde. El Tribunal Superior de Justicia ordeno la apertura de un sumario administrativo en relación al hecho.
Astudillo decidió romper el silencio y relatar los hechos que sufrió y que constan en su denuncia. Relato que estaba separada de una pareja anterior, que es madre de dos hijos y que conoció a Gill por Instagram en febrero del año pasado.
Después de la primera cita, el vínculo se hizo más fuerte y pasaron a tener un “noviazgo”. Algunos días de la semana implicaron también convivencia, aunque por épocas se veían poco por las obligaciones y viajes que le demandaba a Gill la función de intendente. Para Astudillo, siempre fue “Martín”. Nunca lo consideró por su actividad política, de la cual, según ella, es totalmente ajena.
En mayo del año pasado viajaron juntos a Buenos Aires. Según su narración, después de ese viaje ocurrió un episodio que puede considerarse un quiebre.
La entrevista completa:
—¿Qué sucedió en junio?
— Quedé embarazada. Cuando le pasé las fotos de los dos test que me hice él no lo podía creer. Desde ese momento se pegó a mí, a todo lo que me rodeaba, quiso conocer a mis hijos. Vino a buscarme a casa para llevarme a la suya. No me dejaba sola ni un momento. Recuerdo un domingo que lloró mucho, la idea del embarazo le hacía mal y me decía que se iba a arruinar su vida. Eso me afectó anímicamente. Yo quería tener a mi hijo. Un día le pregunté si quería que abortara y me dijo: “Si te parece, sí”. Son palabras que nunca voy a olvidar. Le respondí que quería seguir el embarazo yo sola, que no sería la única mujer en tenerlo así. Pero insistía en que no se podía porque él era conocido. La preocupaba su nombre. Esto fue un domingo. Al día siguiente me dijo que haríamos un viaje a Traslasierra, donde tenía un encuentro con intendentes. Me propuso que fuéramos los cuatro, nosotros y mis dos hijos. En ese viaje, por la noche cuando volvió de la reunión se largó a llorar en la habitación y me volvió a decir que no podía tener el bebé, que se complicaría con su familia, su carrera. Le dije “¿cómo te puede complicar un hijo?”. Yo también comencé a llorar. Insistió y tomé la pastilla. A la madrugada tuve dolores muy fuertes, como si estuviera pariendo. Cuando fui al baño, largué todo. (Llora) Era mucha sangre. Le pedí que me llevara a la guardia (de un sanatorio) por la hemorragia. Y me dijo: “No, cómo te voy a llevar si abortaste”. Yo estaba bloqueada. Y a él lo veía bien, como si se hubiera sacado un peso de encima.
—¿O sea que no fue una decisión tuya abortar?
—No quería hacer lo que hice. Comencé a sentirme muy mal. Él me decía que tenía que estar tranquila. A los dos días, vi que subió fotos con sus hijos. Me dolió y me lastimó muchísimo.
—¿En la relación hubo violencia física?
—Sí. En septiembre yo descubro engaños por relaciones suyas con otras personas. En octubre puse un local de ropa y para eso fuimos a buscar mercadería a Carlos Paz. Cuando regresamos vuelvo a ver que tenía ese mismo tipo de vínculos. Se lo dije. Él me empujó a la cama y comenzó a ahorcarme. Sentí que me faltaba aire. Fueron segundos, pero me pareció mucho tiempo. Me repetía una y otra vez: “Es para que te tranquilices’.
—¿Él influía en tus decisiones?
—Hubo un período, entre junio y octubre, cuando descubrieron que me faltaba hierro. Fui al endocrinólogo y me derivó a una hematóloga. La médica me preguntó si había tenido alguna pérdida o sangrado que explicara la falta de hierro. Yo no podía decir nada. Sólo él y yo sabíamos sobre el aborto. Conseguí enfermeras que me pusieron hierro intravenoso en mi casa. Él se fue de viaje y yo me quedé en su departamento, sola. Como necesitaba dormir porque estaba cansada y angustiada, encontré un Valium. Tomé uno y sentí que no me hacía efecto. Tomé una segunda pastilla y comencé a sentirme muy mal. Le avisé a él por teléfono y me dijo que vendría a verme un médico amigo suyo. Me dormí y cuando desperté vi a cinco personas en los pies de la cama. Se planteó como un intento de suicidio. Yo jamás pensé en suicidarme. Una enfermera se quedó a cuidarme. Al día siguiente comenzó a venir una psicóloga, que trabaja para él. Le pregunté a Martín qué podía decirle porque en realidad yo no podía contar a nadie lo que pasaba. Y me dijo que a ella podía contarle todo porque era una persona de su confianza. Me controlaban en todo momento.
—¿En algún momento estuviste internada por ese cuadro de angustia o depresión?
—No. Un día estaba con una amiga y me hizo una video llamada en la que me dijo que si no mejoraba me iba a internar. Comencé a tener ataques de pánico. Nunca antes había sentido eso. La psicóloga le pasaba información de todo lo que yo decía. Era un control terrible, el poder que tenía sobre mí. Me manipulaba como quería. Bajé siete kilos desde que estuve con él. Lo que soy ahora no es lo que conoció Martín. Yo era otra persona.
—¿Cómo sobrellevaste esa relación tan tormentosa?
—A fin de año, decidí mentirle que estaba embarazada sólo para protegerme, para que no me haga daño. Pero fue peor. Ese día empezó a pegar trompadas a la puerta, a los vidrios, estaba sacadísimo. Y empezó una persecución. Iba a buscar análisis, ecografías mías sin mi autorización. Los profesionales que me atendieron le entregaban todos los informes. La relación iba cada vez peor. Él me decía que yo estaba mal, que iba a buscarme una psiquiatra. Hasta tomó contacto con una amiga mía, sin que yo supiera, para conseguir información. De eso me enteré mucho después. No podía contarle a nadie lo que me pasaba. Era de su propiedad. En una discusión fuerte que tuvimos le pedí la llave de mi departamento. Yo vivo en el sexto piso, me agarró del brazo y me arrastró tres pisos. Me dejó el cuerpo marcado con moretones. Ahí comencé a sacarme fotos porque sabía que esto no iba a terminar bien. Esas imágenes las entregué a la Justicia. Cuando yo le decía que lo iba a denunciar él me desafiaba que lo hiciera y agregaba: “Total, a mí nadie me toca”.
—¿Alguna vez habías vivido una experiencia así?
—Nunca. Cuando fui a denunciar era la primera vez que entraba a ese lugar (Unidad Judicial de Violencia de Género). Estuve horas relatando lo que padecí.
—¿Qué pasó después de la denuncia?
—No tuve más contacto con él. Yo sé que fue la policía a buscar mis cosas, aunque falta que me entreguen otras. Pusieron custodia personal en el edificio donde vivo, después fue en la puerta del departamento y terminaron adentro de mi casa. Yo entraba junto con el policía. Perdimos privacidad con mis hijos. Terminamos pidiendo que sacaran la custodia.
—¿Por qué decidiste contar públicamente todo esto?
—Porque él me hizo mucho mal a mí y no quiero que siga haciendo daño a otras mujeres, que siga manipulando con impunidad. Tiene un poder impresionante. Y a mí me hizo mucho mal, muchísimo mal.