La detención del abogado Diego Sobrino, acusado de abuso sexual con acceso carnal calificado y promoción a la prostitución, volvió a encender las alarmas sobre el modo en que la Universidad Nacional de Villa María gestiona los casos de violencia de género que involucran a sus propios funcionarios.
Sobrino, con casi medio siglo de trayectoria en el ámbito jurídico, ex presidente del Colegio de Abogados de Villa María y de la Federación provincial, fue arrestado el lunes por orden de la fiscal Juliana Companys. Ya quedó alojado en la cárcel de barrio Belgrano. La gravedad de las imputaciones generó un fuerte impacto institucional porque el abogado no solo es una figura reconocida del foro local, sino que además integra la estructura de la UNVM y está casado con la ex concejal Paula Miozzo, también integrante de la comunidad universitaria.

La pregunta que hoy sobrevuela entre docentes, estudiantes y no docentes es directa: ¿la Universidad aplicará el protocolo de actuación frente a situaciones de violencia de género o volverá a mirar hacia otro lado? El antecedente más cercano y todavía discutido es el del ex intendente Martín Gill, sobre quien la conducción universitaria mantuvo un blindaje institucional incluso en momentos en que el clima público exigía definiciones contundentes. La figura del rector Luis Negretti vuelve a quedar en el centro de la escena, obligado a explicar si esta vez actuará con la transparencia y la firmeza que el protocolo exige o si optará por la misma pasividad que tantos cuestionaron en el pasado.
Mientras el abogado Javier Marco asumió la defensa de Sobrino y confirmó las imputaciones que pesan sobre él, las miradas se desplazan hacia la UNVM, una institución que proclama políticas de género pero que ha demostrado que no siempre las aplica con la misma intensidad cuando la persona involucrada forma parte del círculo de poder académico.
La gravedad del caso no admite tibiezas. Con un funcionario universitario detenido por delitos sexuales gravísimos, el rectorado enfrenta una prueba decisiva sobre su compromiso real con las políticas de género. La sociedad villamariense ya tomó nota: lo que haga —o lo que no haga— la UNVM será un mensaje que trascenderá ampliamente los límites del campus.
