Con la llegada del frio, la ciudad de Villa Nueva vuelve a enfrentarse con una de las caras más duras del invierno: las personas en situación de calle. Vidas a la intemperie, historias quebradas por el abandono, la adicción o simplemente por la indiferencia de un sistema que pocas veces logra contener a quienes más lo necesitan. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, la ayuda estatal existe. El problema es que casi nadie se entera.
En las ultimas horas, equipos del área de Desarrollo Social, conducida por David Ruiz, han estado recorriendo la ciudad —particularmente la costanera— junto a trabajadoras sociales para relevar la situación de quienes duermen a la intemperie. Se distribuyeron frazadas y se ofrecieron recursos para sobrellevar las temperaturas extremas. No fue una acción aislada: la Municipalidad lo viene haciendo cada vez que el frío arrecia. Pero si no fuera porque un cronista de este medio fue testigo directo, pocos sabrían de este operativo.
La gestión del intendente Ignacio Tagni presenta desde sus inicios una notoria dificultad para comunicar sus acciones. No se trata de formas hostiles ni discursos confrontativos. Se trata, simplemente, de no comunicar. A pesar de contar con perfiles profesionalizados —como el caso del Secretario de Comunicación, Martín Mena, con una sólida formación en diseño gráfico—, el área hace agua por todos lados y parece haber confundido estética con estrategia. Las redes sociales oficiales se llenan de posteos sobre barrido de calles o pintura de plazas, con escaso alcance más allá del círculo de funcionarios y militantes radicales que replican esos contenidos. Mientras tanto, las acciones de verdadero impacto social pasan desapercibidas.
En comparación, la vecina ciudad de Villa María, el intendente Eduardo Accastello apela a la campaña permanente, con una lógica que articula ciencia política, y marketing. La diferencia no está solo en el contenido, sino en la intención de construir un relato que represente el hacer cotidiano del gobierno.
En Villa Nueva, la falta de relato deja un vacío que otros llenan con críticas, especulaciones o directamente con indiferencia. Y es una lástima, porque en áreas como Desarrollo Social se trabaja con compromiso. En una ciudad con altos niveles de pobreza y carencias estructurales, el Estado municipal con sus limitaciones, responde. Pero no lo cuenta. Y cuando no se cuenta, es como si no existiera.
Detrás de cada persona en situación de calle hay una historia. Algunas son de paso: viajeros que eligen quedarse en el conglomerado Villa María-Villa Nueva atraídos por la solidaridad de los vecinos. Otras son más crudas: jóvenes con consumo problemático, adultos mayores atrapados por el alcohol, vecinos que han roto lazos con todo y viven donde los agarra la noche. Son realidades difíciles de abordar, más aún cuando se intenta ofrecer un albergue a quienes han perdido no solo un techo, sino también vínculos, rutinas e incluso el deseo de ser ayudados.
En tiempos en los que los gobiernos deben rendir cuentas no solo con gestión sino también con presencia, comunicar lo que se hace no es un lujo ni un capricho. Es parte de la responsabilidad de gobernar. Porque, aunque el frío se combata con frazadas, el silencio institucional congela la percepción de una ciudadanía que necesita saber que no todo está perdido. Que alguien, al menos alguien, sigue mirando donde muchos prefieren no ver.