Pensar el 2027, para algunos dirigentes, es pensar en mañana. Para otros, falta una vida. Recién salimos de unas elecciones legislativas que, por la dinámica frenética de estos tiempos, parecen haber quedado muy atrás.
La dirigencia villamariense se adelanta y comienza a ordenar posiciones para la próxima elección municipal. Todo esto mientras el país atraviesa una profunda recesión, el gobierno de Javier Milei avanza con reformas de alto impacto y el humor social muestra signos claros de agotamiento.
En ese contexto, el intendente Eduardo Accastello, que transita su cuarto mandato, volvió a confirmar en las legislativas el piso histórico del peronismo: 11.049 votos.
Mientras, en las municipales de 2023, con una participación apenas del 62,73% de un total de 71.970 electores, el intendente obtuvo 18.799 votos, un 42,52%, y le sacó más de 15 puntos a Darío Capitani, acompañado por el radicalismo y el juecismo, que reunió 11.959 votos. Manuel Sosa quedó en tercer lugar con 5.083 votos.
La historia posterior es bien conocida. Capitani, ni bien terminaron los comicios, se sumó al gobierno provincial de Martín Llaryora como secretario de Turismo y, como contraprestación, Karina Bruno —electa desde la oposición en la boleta de Luis Juez— terminó votando como oficialista. Ese movimiento le otorgó a Accastello la mayoría automática en el Tribunal de Cuentas con Virginia Margaria y en el Concejo Deliberante con un doble juego: Evelin Acevedo y Natalia González (PRO) como colaboracionistas directas, mientras Pablo Perret (FC) y Felipe Botta (UCR), con más disimulo, terminan orbitando alrededor del oficialismo.
En el terreno opositor, Manuel Sosa volvió a manifestar sus intenciones de competir en 2027 y tiene el acompañamiento de Raúl Costa y Javier Octavio Sosa. Este sector tiene buena sintonía con el ex intendente Martín Gill, que se encuentra hoy en una etapa política más desfavorable, ocupando un cargo menor dentro de la UNVM, facilitado por su amigo Luis Negretti y atravesado por una denuncia penal de su ex pareja por supuesta violencia de género.
La candidatura de Sosa es impugnable por su residencia en Villa Nueva. Y su exposición en redes sociales con denuncias mediáticas, tampoco logró traducirse en crecimiento electoral respecto de 2023. Para el oficialismo, su rol resulta útil para dividir el voto opositor y no representa una amenaza real.
Con este panorama, Villa María se aproxima a un 2027 sin una oposición consolidada y con un oficialismo que exhibe un desgaste propio de la gestión. La verdadera disputa por el poder se juega hacia adentro del peronismo. Algunos sostienen que Accastello intentará ir por un quinto mandato, algo que choca contra la idiosincrasia de la ciudad y contra su propio techo electoral, que ronda los 18 mil votos. Otros consideran que la candidata natural podría ser su esposa, la legisladora Verónica Navarro, una figura con menor desgaste, presencia sostenida y con capacidad de perforar ese techo histórico.
También aparecen mencionados dirigentes como Juan Pablo Inglese o Marcos Bovo, pero en todos los casos se trata de nombres sin volumen político suficiente ni reconocimiento social. En la lógica del accastellismo, se parecen más a figuras para acompañar que a sucesores con proyecto propio.
El 2027 está cerca y la decisión central volverá a surgir del núcleo duro del poder local: la sociedad Accastello–Navarro (que en un momento supo ser Bedano). Con un sistema político sin oposición fuerte y con una alta abstención, el peronismo se prepara para ir por 32 años de gobierno ininterrumpido.