A partir del 17 de junio, la provincia de Córdoba permitirá la caza deportiva del jabalí europeo —también conocido como chancho cimarrón—, además de ciervos colorados, Axis y Dama. La medida, avalada por el Ministerio de Ambiente y Economía Circular, a cargo de Victoria Flores, esposa de Miguel Siciliano, no impone límites de cantidad ni de horario: se podrá cazar todos los días, incluso de noche, con luz artificial portátil.
¿El motivo? Según explican, se trata de especies exóticas que generan un “impacto negativo” en el ambiente. Sin embargo, detrás del argumento ambientalista se esconde otra realidad: la puerta abierta a la caza como entretenimiento, disfrazada de gestión ecológica.
El mismo modelo fue impulsado por Axel Kicillof en Buenos Aires, y ahora se replica en Córdoba. Políticos que, en vez de invertir en programas de control ético de fauna, optan por medidas sangrientas, muchas veces aplaudidas por los sectores de la caza deportiva y del agronegocio.
¿Dónde queda el respeto por la vida animal? ¿Quién controla que esta caza no derive en abusos o sufrimiento innecesario? ¿Y por qué los gobiernos insisten en tomar el camino más fácil y cruel?
Mientras algunos buscan proteger la biodiversidad con educación y ciencia, otros parecen seguir viendo al monte como un campo de tiro.