Vivir en la calle, no es una elección.
En medio de la pobreza extrema y la exclusión social, es común escuchar frases prejuiciosas sobre las personas que enfrentan la dura realidad de vivir en la calle. “No quieren trabajar, son drogadictos y alcohólicos” o “Son vagos que prefieren vivir de la caridad antes de buscar trabajo”, son solo algunas de las afirmaciones estigmatizadoras que se repiten con frecuencia.
Una realidad compleja y multifacética.
La situación de quienes viven en la calle está lejos de ser una elección simple. Más bien, es el resultado de una compleja combinación de circunstancias, algunas dentro del control individual y otras influenciadas por la sociedad en la que vivimos. La falta de empleo, el elevado costo de los alquileres, las políticas sociales insuficientes por parte de los gobiernos locales, la pérdida de seres queridos, las adicciones y un sinfín de razones más contribuyen a esta problemática. Es importante recordar que cualquiera de nosotros podría encontrarse en una situación similar.
Historias de cambio y superación
La situación de Aldo y Víctor, dos personas que vivían bajo el Puente Amarillo de Villa Nueva, son ejemplos de esta problemática. A pesar de las adversidades, ambos tuvieron la oportunidad de cambiar radicalmente sus vidas. Aldo encontró empleo en un campo en Las Mojarras, donde ahora cuenta con casa, comida, animales y un salario digno. Por su parte, Víctor comenzó a recibir su jubilación y decidió alquilar una vivienda en el barrio La Quintas, adquirió una motocicleta y realiza “Changas” para reforzar sus ingresos.
Ambos terminaron debajo del Puente Amarillo después de que el intendente Natalio Graglia, en un claro abuso de autoridad, les derribara la precaria vivienda que tenían detrás del Centro Vecinal de Barrio La Floresta. Se llevaron las chapas y nunca más se las devolvieron.
Actualmente, solo Gustavo y sus 8 perros habitan de forma permanente bajo el Puente Amarillo. El resto de los habitantes son viajeros de otras provincias, en su mayoría jóvenes que optan por vivir en ese lugar, desempeñándose como limpiadores de vidrios y cuidadores de autos cerca del Casino de Villa María.
Las historias de Víctor y Aldo son ejemplos de superación y acceso a oportunidades reales. Solo falta que alguien le tienda una mano a Gustavo y sus 8 perros.